Nubes, hormigas, un perro que se recarga; un pensamiento que cruza un prado antes de alcanzarla. Hoy la música habla de esto.

Charcos como espejos, un cumplido guardado y una despedida con forma de amistad de cualquier década.

Tocadiscos de prueba, lluvia en la campanita y un soul con nombre grabado en el runout—comercio como cuidado.

Aritmética del cuchillo, salvia volviéndose aire y mesa con el tenedor bueno—la soledad hecha ceremonia.

Sin corredores ni sesiones de fotos—solo viento entre encinos y un estanque conteniendo el aliento. El invierno da permiso de estar solo.

Cafés empañados, murmullos de tazas, paraguas mínimos: Montrose brilla mojada y, por un rato, duele menos.

Cortina metálica, luces cálidas, espresso guardado y nombres dichos como contraseña. La mañana toma ritmo en una cafetería.

Un frente frío de lado, limas que vuelven a creer en sí mismas y ventanas abiertas—Houston regala un cupón de misericordia.

Vapor de tazas, una concha en el bolsillo y palomas negociando frente al Expiatorio—el otoño llega suave y dorado.

Asientos de plástico, soles de panadería, transbordo junto al bayou. El futuro quizá no te busque; viajas hasta que tropiece contigo.